No me gusta la ginebra.
Bueno, mejor dicho, no me gustaba.
Pero esto es cosa de la edad.
La primera copa, algo hiperdulzón, Malibú con piña o Licor 43 con Cacaolat (puaaaaaaaggggggg....).
Pasa el tiempo entre pruebas y descubrimientos.
Desaparecen esos fastidiosos granos en la cara, la cabeza se amuebla. Y una noche resulta que encuentras Tu Copa, casi seguro, whisky, vodka o ron.
Pasa + tiempo.
Pasamos de quedar en casa de alguien para arreglarnos a ir a casa de otro alguien, ya arreglados y sin cenar. A las noches se les va curando su locura.
Después de la cena, el café y más tarde, la copa. Alguien te dice "prueba mujer, que te va a gustar, te lo voy a hacer muy suave".Es El momento.
Ha llegado la edad del Gin&Tonic.
Lo que se bebía en esos locales llenos de frutos secos a los nos llevan nuestros hermanos mayores. Esa misma bebida que distingue una farra adulta de las demás. Esa misma bebida que se mira con desdén mientras se sujeta en una mano un Absolut con naranja y nuestro cuerpo poseído se ve enloquecido con tantas posibilidades nocturnas.
El tiempo pasa, my friend.
El tiempo pasa, my friend.
(Si alguna vez Guillermo lee alguno de estos párrafos... negaré cada palabra aquí escrita. Su madre, una santa).
...
...
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Me centro.
El cartel.
Me gusta.
Hace algún tiempo que lo llevo viendo por la blogosfera.
Y esta tarde he encontrado el making of aquí .
Me ha sorprendido todavía más.